El 22 de
junio de 1986 en el Estadio Azteca de la Ciudad de México por los cuartos de
final de la Copa del Mundo se jugo el partido entre las selecciones de
Argentina e Inglaterra.
Durante el
encuentro Diego Maradona convirtió dos de los goles más famosos en la historia
de los mundiales. El primero, a los 52 minutos de comenzado el partido, lo
realizó utilizando su mano izquierda, mientras que el segundo, lo convirtió
cinco minutos más tarde luego de partir desde la mitad del campo argentino y
gambetear a cinco jugadores ingleses: Peter Beardsley, Peter Reid, Terry Butcher,
en dos oportunidades, Terry Fenwick y al arquero Peter Shilton. Gary Lineker
convirtió de cabeza el gol de descuento de la selección inglesa en el minuto
81, finalizando el partido con el triunfo de la selección argentina por 2 a 1.
Tras el
partido, Argentina ganaría la semifinal contra la selección de Bélgica por 2 a
0, con dos goles de Maradona, y llegaría a la final de la Copa, consagrándose
campeón tras vencer a Alemania Federal por 3 a 2. Tras la finalización del
torneo Maradona fue premiado con el Balón de Oro como el mejor jugador del
Mundial,1 mientras que a Lineker se le otorgó la Bota de Oro por ser el
goleador.
Este partido
se jugó cuatro años después de la Guerra de las Malvinas, librada entre
Argentina y el Reino Unido, y es parte de una rivalidad futbolística entre las
dos selecciones que comenzó veinte años antes en la Copa del Mundo jugada en
Inglaterra.
Las calles y
avenidas de Buenos Aires, la gran capital austral, quedaron en la tarde del
domingo desoladas como si una bomba de neutrones hubiera hecho explosión sobre
la metrópoli. Ni un peatón, ni un automóvil, ni un colectivo. Paralización
total ante el mayor espectáculo del mundo: un Argentina-Inglaterra.
Goles, Argentina 2 - 1 Inglaterra, Mundial 1986
La ciudad
-también el país- ya estaba paralizada desde el viernes fiesta nacional por ser
el Día de la Bandera. Todos los argentinos habían marchado a sus lujosas o
modestas casas de campo.La Prensa mexicana había publicado informaciones
anunciando la segunda edición de la guerra de las Malvinas y en Buenos Aires
un, grupo de diputados peronistas había propuesto la suspensión unilateral del
partido. "Sólo es un partido de fútbol", dijo el Gobierno radical y
la selección argentina capitaneada por Maradona. Portavoces gubernamentales
instaron repetidamente a los jugadores argentinos a que guardaran la calma e
hicieran alarde de discreción.
El segundo
gol, a todas luces admirable, sumió a la ciudad paralizada en el frenesí. La
victoria arrojó a las masas a la calle. Miles de argentinos se volcaron sobre
el microcentro porteño, sobre los alrededores del obelisco que significa a la
capital federal, bajo las lluvias, cantando estrofas sincopadas bastante
irreproducibles sobre el Reino Unido y Margaret Thatcher y hasta quemando
alguna que otra bandera inglesa. Nada importante y todo de esperar en esta
sociedad profundamente humillada por la derrota en las Malvinas. Tan es así que
la infinitud de emisoras de radio y los cinco canales del Gran. Buenos Aires
omitieron la interpretación del himno británico.
Todo daba lo
mismo: el país se extrajo, al fin, una espina dolorosa. de la gran parcela de
su corazón y reserva para el fútbol.
En la
madrugada, con los ojos inyectados de televisión, miles de automovilistas
porteños circulaban sonrientes haciendo sonar obsesivamente sus cláxones. La
ciudad era nuevamente una fiesta sonora.
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